25 de febrero de 2012

Un día de compras

Generalmente los hombres nos damos a la tarea de comprar lo indispensable cuando vamos a un centro comercial. Sabemos de antemano que es lo que necesitamos e inclusive ya sabemos a dónde ir a comprar. Cosa totalmente diferente a como una mujer lo haría.

¿Quién no ha acompañado a una mujer a comprar un vestido y sale con diez cosas más? Cierto, podemos decir que para las mujeres existen tantas porquerías para ponerse, desde lo más grande y extravagante, hasta lo más inútil y pequeño. Pero ellas comprarán así sea algo que se pondrán una sola vez (no pueden repetir)

En fin, todo cambia cuando uno es el que irá a comprar un obsequió para esa chica amada. Obviamente esperamos sea algo que guste, que le llene el ojo pero ¿Qué tan difícil puede ser comprar algo que le guste? Técnicamente no mucho, aunque cuando entras a una de esas tiendas que venden de todo, comienza el lío.


La historia del día de hoy comienza cuando este hombre requiere ir a comprar un regalo. Si, suelo ser una persona atenta y detallista aunque no sea una fecha especial, la idea de regalar algo cualquier día me atrae bastante, más tratándose de mi novia.

Llegué al centro comercial dispuesto a realizar un deposito en BANCOMER (aunque no lo crean esto será importante más adelante). Dicho depósito fue bastante rápido, más de lo que generalmente se tarda uno en aquellas filas interminables. Luego de ello entré a la plaza dispuesto a observar cada una de las tiendas, si he de confesar algo es que cuando voy no pongo atención a todo lo que hay.

Di un par de vueltas al lugar, observando que podría ser bueno para un regalo. No tenía clara la idea, pensaba regalar un libro o algo de ese estilo. Sin embargo ninguno de los dos libros que quería los encontré (claro, a falta de librerías siempre esta Sanborn’s y su pobre colección literaria). Continué el camino y llegue a una tienda en donde me tope con el primer problema. ¿Qué comprar?

La tienda contaba con un sinfín y no miento, un sinfín de cosas y accesorios, bolsas, tiras, etc. Las chicas del lugar por obvias razones me miraron algo extrañadas, no es muy común ver a un hombre entrando a ese tipo de lugares, no a menos que sea 14 de febrero. Una de ellas muy atenta se acercó a preguntar que necesitaba, le pedí que me diera su consejo para comprar algo, sería un regalo no tan elegante ni sofisticado, algo sencillo pero lindo. De pronto, la chica comenzó a explicarme la distribución de la tienda para al final dejarme con la misma cara de estúpido y la pregunta en el aire de que comprar.

Tarde alrededor de cuarenta minutos buscando hasta que al final encontré lo que iría mejor. Lleve mis productos a la caja y me hicieron el cobro, cosa que pagué en efectivo.

Anteriormente ya había ubicado en otra tienda un producto que me había atraído bastante. Por lo que regresé a ese mismo lugar. De nuevo, una chica me atendió, con una sonrisa bastante grande, esperanzada que comprara algo (seguramente era su primera semana). Como yo ya tenía claro que comprar, de inmediato fui al lugar, tome y fui de nuevo a caja. Al preguntarme la forma de pago, saque la tarjeta del banco antes mencionado BANCOMER, la entregue y de pronto sucedió de las cosas más bochornosas que me podrían pasar.

Al momento de deslizar la tarjeta, uno está con el pleno conocimiento que su saldo es bueno como para realizar la compra, por lo que no espera ver las espantosas palabras en tono verdoso y fondo negro: DECLINADA.

Y así fue. Mi expresión seguramente no tuvo precedentes, mientras que la chica de caja me observaba como si le estuviera bromeando. Le pedí que la deslizara una segunda vez y ella lo hizo, para que de nuevo aquella horrorosa frase apareciera en la pantalla. Obviamente quería que la tierra se abriera de manera agresiva y me tragara sin piedad.

De inmediato le solicite que me esperara, que iría al cajero a sacar dinero. Fui y acecé a mi saldo, mirando que tenía el dinero suficiente como para comprar. Intenté hacer un retiro y apareció una hermosa leyenda: Usted tiene una restricción de movimientos. En este punto de la historia yo ya estaba realmente molesto con el banco, debido a que los depósitos que había realizado habían entrado sin problema alguno y la persona en ventanillas afirmaba que ya podía hacer uso del dinero.

Entre a la fila de ventanillas de nuevo, y la respuesta en caja fue un sutil “nosotros no podemos hacer nada, tiene que ir a esa fila, anotarse en la lista y hablar con uno de nuestros ejecutivos”. Lo hice, sin embargo esa famosa fila atendida por tres ejecutivos fue la gota que podría derramar el vaso. Delante de mí había diez personas y durante dos horas de mi vida, tuve que lidiar con mujeres gritando a los ejecutivos, niños con globos lanzándolos de lado a lado frente a mí, mientras sus madres parecían mirar traseros masculinos.

Llegó mi turno y para colmo de todo, la persona que me atendió era tartamudo. Si, no podría ser peor aquel momento. El hombre me explicaba que había sucedido con mi cuenta, aunque realmente no le entendía mucho, por lo que pedía que me dijera de nuevo las cosas y daba para lo mismo, no entendía todo.

Durante veinte minutos realizo el proceso para desbloquear mi tarjeta, argumentando que era un proceso de seguridad para obligar a los tarjetahabientes a ir a la sucursal y corroborar los datos de persona que era el titular de dicha tarjeta.

Para no hacer más extenso esto, regrese a la tienda luego de casi tres horas de ausencia. Estaba casi seguro que la chica no había guardado el producto y que habría pensado que le tomaba el pelo. Para mi sorpresa, la chica seguía ahí y con el obsequio ya envuelto.

La moreleja de esta historia es:

Si realmente quieres regalar algo lindo, siempre sufrirás, desde la búsqueda en la inmensidad de aquellas tiendas que lo tienen todo, hasta encontrarte con un cómico tartamudo que te solucionará la vida por irónico que parezca.

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